En el
contexto de crisis final del Imperio Romano, a principios del siglo V se
vivieron las invasiones de los pueblos germánicos (bárbaros para los romanos).
Eran los suevos, vándalos y alanos, que habían cruzado el Rin en la nochevieja
del 406 . Estos pueblos devastaron el territorio y Roma acudió a otro pueblo germánico
aliado, los visigodos, que llegados
desde la Galia consiguieron expulsar o arrinconar a la mayoría de invasores. Tras asentarse en la Península, con la caída de Roma (476) y la derrota ante los
francos (Vouillé 507), la mayor parte de su pueblo atravesó el Pirineo y conformarían
el reino visigodo, con capital en Toledo. Se iniciaba la Edad Media.
Dos siglos duró la dominación visigoda,
llevada a cabo por una minoría de entre 100 y 200 mil personas que tuvo que
acabar asimilando la superior civilización hispanorromana, tendiendo a unificar
progresivamente los dos pueblos.
La unificación territorial fue impulsada por Leovigildo,
tras derrotar a suevos y bizantinos.
La unificación religiosa la llevo a cabo
Recaredo, que en el III Concilio de Toldo, 589, declaró el catolicismo religión
oficial, abandonando el tradicional arrianismo visigodo.
La unificación legislativa la propició Recesvinto,
al promulgar el Liber Iudiciorum, código legal común para godos y romanos
Los
visigodos introdujeron en Hispania la monarquía electiva como forma de
gobierno. Esta tradición dio lugar a una constante inestabilidad, ya que las
grandes familias aristocráticas se enfrentaban en luchas sangrientas por el
poder, y los reyes visigodos trataron de asociar al trono a sus herederos para
asegurar la sucesión. El Rey representa a la nación, controla la diplomacia
exterior, en el interior es juez supremo , acuña moneda y convoca concilios.
La organización política del reino visigodo se basaba en una administración central, formada por el Officium Palatinum, organismo integrado por nobles (comités o condes) que ayuda al rey a gobernar a
través del Aula Regia, consejo asesor del monarca para asuntos administrativos, militares y de justicia. En la administración territorial los Dux eran los encargados de los asuntos militares, civiles o judiciales de las provincias y los comes civitatis, que gobernaban las ciudades .
Los Concilios de la Iglesia de Toledo, completaban la organización política visigoda. Eran asambleas legislativas formadas por los obispos, miembros de la nobleza y por el rey. Los concilios eran de tradición romana, y en ellos se refrendaban las decisiones de los reyes, dotándolas de fuerza legal. Los obispos pasaron a actuar como jueces e inspectores de impuestos, adquiriendo enormes extensiones de tierra y esclavos.
Durante la dominación visigoda se continuaron las
tradiciones romana y cristiana, aunque en una sociedad ruralizada, caracterizada
por un progresivo aumento de los lazos de dependencia económica y personal
(feudalismo), el predominio de nobleza e Iglesia y un empobrecimiento cultural
evidente. Solamente destaca
extraordinariamente la monumental obra de san Isidoro de Sevilla (Etimologías), la orfebrería con fíbulas o coronas votivas (Tesoro de Guarrazar) y el sencillo pero encantador arte visigótico de pequeñas iglesias rurales como
San Pedro de la Nave,San Juan de Baños o Quintanilla de las Viñas.
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