El régimen franquista (1939-1975) evolucionó económicamente desde la autarquía de los 40 y 50 hacía la liberalización económica y el desarrollismo de los 60. Durante los primeros años de su
existencia el régimen se enfrentó a graves dificultades económicas derivadas de la autarquía.
La autarquía económica fue el sistema adoptado para reconstruir el
país, basado en la autosuficiencia económica de los modelos fascistas que rechazaban la economía capitalista de
libre mercado. Todo debía ser producido en el interior del país, porque además
España quedaría aislada internacionalmente (por el “pecado original” fascista),
y sin divisas. Para ello era necesario un rígido intervencionismo estatal:
salarios controlados, tipos de cambio fijo, cupos de importación, regulación de
la instalación de nuevas industrias, límite a la inversión extranjera,
cartillas de racionamiento para los artículos de primera necesidad...
España se
alejó del crédito internacional, que era indispensable para el equipamiento
industrial, careció de materias primas y energía que no se producían en el
país; en estas condiciones el crecimiento económico fue nulo durante los años
40 y la escasez de productos agrícolas e industriales perduró hasta los años
50. Son "los años del hambre". Paralelamente, proliferó un mercado negro -el “estraperlo”-,
donde se podían conseguir productos a precios exorbitantes. Para muchos fue una
forma de supervivencia, para otros, el origen de fortunas considerables.
Ya al inicio de la década de 1950
era patente el fracaso de la política autárquica. Aunque se recibían las ayudas estadounidenses desde
1951, los presupuestos seguían siendo deficitarios y la balanza comercial,
también. A partir de 1955 se produjeron huelgas y protestas. Ante esta
situación Franco aceptó entregar la dirección económica a los tecnócratas, destacando Navarro Rubio en Hacienda y Ullastres en Comercio. Eran ministros vinculados al Opus Dei católico, pero que buscaban la modernización económica, primando más la eficiencia que la ideología. Estos aplicaron el “Plan de
Estabilización” de 1959, diseñado según las indicaciones del FMI y del
Banco Mundial, que aceptaron financiarlo con créditos. Se trataba de
liberalizar la economía permitiendo la importación de capitales y frenar la
inflación, estabilizando los precios y salarios. Se devaluó la peseta y se
impulsó una tímida reforma fiscal. El Estado abandonaba el control sobre las actividades económicas y se abría a los mercados exteriores, facilitando la instalación de empresas extranjeras.
Durante los primeros meses los resultados
fueron bastante negativos: los sueldos bajaron, la productividad de las
empresas cayó, el coste de la vida aumento y el número de parados se
incrementó. Pero a partir de 1961 se empezaron a notar los efectos positivos
del plan de estabilización, año en que se inició una etapa de expansión
económica. Esta expansión se basó en el aumento del sector industrial y en la
aparición de nuevos recursos económicos: el turismo, las inversiones de capital
extranjero y la exportación de mano de obra.
La expansión industrial se basó
en los bajos salarios y en las inversiones extranjeras; la tecnología, los
bienes de equipo y la energía (sobre todo el petróleo) eran importados
masivamente por lo que la economía española pasó a depender por completo del
exterior.
El crecimiento de la industria
produjo una intensa emigración de mano de obra campesina hacía las grandes
ciudades. Varios millones de españoles buscaron trabajo en Europa (Francia, Alemania, Suiza..). El resultado fue la disminución
de mano de obra en el campo, lo que produjo a su vez un alza de salarios en el
campo e impulsó la mecanización de las tareas agrícolas y a la demanda de
bienes industriales por parte del sector agrario. Así la modernización en el
campo y el despoblamiento de las zonas rurales fueron fenómenos paralelos.
La balanza de pagos dejó de ser deficitaria, en gran parte por la entrada masiva de turistas. A las divisas de los turistas se sumaron las aportaciones de los emigrantes que enviaban buena parte de sus ganancias para el mantenimiento de sus familiares, además la salida de los trabajadores españoles contribuyeron a reducir el índice de paro.
La balanza de pagos dejó de ser deficitaria, en gran parte por la entrada masiva de turistas. A las divisas de los turistas se sumaron las aportaciones de los emigrantes que enviaban buena parte de sus ganancias para el mantenimiento de sus familiares, además la salida de los trabajadores españoles contribuyeron a reducir el índice de paro.
También se pusieron en marcha “los planes de desarrollo” impulsados
por el gobierno, fueron tres de duración cuatrienal, entre 1963 y 1975. El
estado estimulaba al capital privado a invertir en determinados sectores
mediante subvenciones, créditos baratos y facilidades fiscales. El Estado
invirtió también en los llamados “polos de desarrollo” en nuevas ciudades
industriales: Valladolid, Huelva, Vigo, etc. Se trataba de promocionar la
instalación de nuevas industrias y generar así empleo en zonas deprimidas. Pero
no se cumplieron los objetivos previstos.
En conjunto el crecimiento
económico entre 1961 y 1973 fue elevado y constante, pero hay que señalar que
el crecimiento fue posible gracias a la expansión de la economía mundial. Por
ese motivo, la crisis de 1973, derivada del alza de los precios del petróleo,
detuvo bruscamente el crecimiento español.
Los cambios económicos influyeron en la sociedad
española que empezó a experimentar cambios significativos. La sociedad
española de los años 40 y 50 estuvo marcada por el atraso y la pobreza,
acompañadas por la ruralización del país y de un retroceso técnico, científico
y cultural.
Pero el crecimiento económico de los años 60 que provocó la emigración masiva de la población rural y la concentración de la población en las grandes ciudades también fueron variando el modo de vida y la mentalidad de los españoles. También contribuyó a esto la apertura al exterior, sobre todo gracias al contacto con los turistas que llegaban masivamente al país. Además se dio un espectacular incremento de la población, el llamado “baby boom”, impulsado en parte por la política pronatalista del régimen.
Pero el crecimiento económico de los años 60 que provocó la emigración masiva de la población rural y la concentración de la población en las grandes ciudades también fueron variando el modo de vida y la mentalidad de los españoles. También contribuyó a esto la apertura al exterior, sobre todo gracias al contacto con los turistas que llegaban masivamente al país. Además se dio un espectacular incremento de la población, el llamado “baby boom”, impulsado en parte por la política pronatalista del régimen.
Una importante novedad fue el paulatino acceso de la mujer al trabajo. La dictadura franquista había supuesto para la mujer la pérdida de todos los derechos y avances conseguidos durante la Segunda República. En el régimen franquista la función principal de la mujer era la maternidad y el cuidado de los hijos y la casa, pero el cambio de mentalidad de las clases medias durante los años 60 permitió el acceso de la mujer al trabajo y a las universidades.
La llamada clase media aumentó en esta década numéricamente y era la que tenía una mentalidad más abierta y dinámica. Además pudo acceder a los bienes de consumo, siendo la época del auge de la venta a plazos.
Aunque no todos los españoles
accedieron a la sociedad de consumo, el crecimiento económico se plasmó en la
aparición de electrodomésticos, el automóvil y las vacaciones, que empezaron a
estar al alcance de más personas. En 1958 la televisión estatal comenzó sus
emisiones. En 1969 dos terceras partes de los hogares contaban con un receptor.
La televisión afectó el modo de vida y el comportamiento social, pese a que la
censura excluía todo aquello que pudiera atentar contra la base del régimen. El incontrolado crecimiento urbano hizo que se
construyeran en los suburbios barrios enteros sin infraestructuras, ni
equipamientos sociales, que acogían a los inmigrantes del campo que buscaban una oportunidad laboral en las ciudades.
En definitiva la estructura
social española durante los años 60 presenta un predominio de la clase obrera
que tiende a especializarse y acceder a la propiedad; una clase media en
ascenso y una clase dominante más reducida en número pero que acoge la llegada
de una élite ligada a la banca y a la entrada de altos funcionarios y
ejecutivos.
A finales de la década de los 60,
mientras la clase dirigente, ultracatólica y conservadora seguía defendiendo
los valores del franquismo, el resto del país y sobre todo las generaciones más
jóvenes, evolucionaba a posiciones muy distintas. Síntomas de ello eran la
progresiva relajación de la asistencia a actos religiosos, la introducción de
nuevos hábitos de relación social y sexual, o la aceptación de las modas
hábitos y movimientos culturales que llegaban de fuera.
Sin embargo estos cambios
económicos y sociales no supusieron una apertura política, y contrastaban con el inmovilismo y la represión política.
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