El 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera daba un golpe de Estado en Barcelona, comunicándolo al país a través de un manifiesto. El golpe no encontró apenas resistencia y fue legitimado por el rey Alfonso XIII al encargarle formar gobierno, instaurando así una dictadura militar con mando único, aunque contaría con la asistencia de un directorio militar entre 1923 y 1925.
La dictadura de Primo fue una solución autoritaria, influida por la llegada al poder de Mussolini en Italia un año antes, y en general con el retroceso de las democracias europeas en el período de entreguerras (unos años después Salazar tomará el poder en Portugal proclamando el Estado Novo, otra dictadura militar que perduraría en diferentes formas hasta 1974).
Las causas del golpe las encontramos en la crisis política del sistema de la Restauración, el fracaso colonial en Marruecos, la tensión con el nacionalismo y la situación social.
El golpe encontró el apoyo del Rey, que veía amenazar la propia Monarquía, del ejército, preocupado por la conflictividad social, de la Iglesia, en un clima de creciente anticlericalismo, y de la burguesía, incluida la catalana, que veía con riesgo el avance anarquista.
Las primeras decisiones de la dictadura fueron la supresión de las libertades constitucionales, la prohibición de los partidos políticos, la disolución de las cortes y la persecución del anarquismo, condenado a la clandestinidad. El régimen reprimió el catalanismo (prohibición de la bandera y del catalán en público),extendió por toda España el Somatén, una especie de milicia parapolicial conservadora, reorganizó la administración con un fuerte carácter centralista, y creó un partido propio, la Unión Patriótica, con un lema sencillo, religión, patria y monarquía.
Se instauraba un régimen conservador , corporativista,con una ideología difusa, y que fue improvisando sus medidas, carente de un liderazgo carismático y de un verdadero programa político.
La dictadura consiguió mantenerse, principalmente, por sus éxitos iniciales (pacificación Marruecos, restablecimiento del orden público) y por coincidir con una coyuntura económica internacional favorable.
El desembarco el Alhucemas, en 1925, marcó el final de la guerra en Marruecos. En principio Primo de Rivera, al igual que los junteros, era favorable a la retirada, con la oposición de los africanistas. Sin embargo, los ataques del líder rifeño Abd-el-Krim a zonas bajo soberanía francesa precipitaron la solución. Una operación militar conjunta hispano-francesa en Alhucemas consiguió la rendición de Abd-el-Krim y la pacificación de la zona. El prestigio del ejército se recuperaba en parte, al igual que apuntaló a Primo de Rivera en el poder.
El directorio civil (1925-1930): Con el régimen consolidado, se sustituyó al directorio militar por un Directorio Civil, integrado por civiles y militares. El régimen trató de legitimarse y perpetuarse, introduciendo elementos aparentemente democráticos, aunque en realidad no lo fueran (Asamblea Nacional Consultiva, simulacro de elecciones, proyecto de nueva constitución). En política social, se creó el Consejo nacional del Trabajo, una institución que aspiraba a resolver los conflictos laborales entre la patronal y los trabajadores. Primo trató de atraerse al socialismo más moderado representado entonces por Largo Caballero, líder de la UGT, mientras que reprimió el anarquismo y el comunismo.
En esta etapa la dictadura desarrolló una importante política intervencionista en lo económico. Se crearon monopolios estatales (Telefónica, Iberia,Campsa), planificándose multitud de obras públicas (carreteras, ferrocarriles, obras hidraúlicas, lo que favoreció el desarrollo de la siderurgia y de la cementera) y se establecieron aranceles a las importaciones. En definitiva, una economía fuertemente dirigida por el Estado. Las exposiciones Internacionales de Barcelona o Sevilla en 1929 fueron una buena muestra del triunfalismo del régimen. Estos gastos tan extraordinarios generarían un estado fuertemente endeudado, precisamente en el momento en el que estalló la burbuja especulativa en 1929, con el crack de la bolsa de Nueva York y el inicio de la gran depresión. La burguesía perdió entonces la confianza en Primo de Rivera.
La oposición política y social:
La oposición al régimen fue reorganizándose y creciendo con los años. Sus principales actores fueron: nacionalistas catalanes y vascos (opuestos al centralismo) conservadores y liberales (que aspiraban a la vuelta a la Constitución de 1876), republicanos, muy activos contra la dictadura, los intelectuales (Unamuno, Valle Inclán, Ortega, Blasco Ibáñez), el mundo estudiantil (Cierre Universidad de Madrid en 1929) las organizaciones obreras (CNT-FAI, UGT desde 1927), y hasta el propio ejército (pronunciamiento militar "Sanjuanada" en 1926) . Sin apoyos, Miguel Primo de Rivera presentó su dimisión al rey en el mes de enero de 1930, exiliándose en París.
El hundimiento de la monarquía (1930-1931):
Tras el abandono de Primo, el rey Alfonso XIII trató de volver a la normalidad constitucional con el nombramiento del General Dámaso Berenguer, iniciando un breve y convulso período conocido como por la prensa como la "Dictablanda" por la lentitud de los cambios, su indefinición y la falta de capacidad de maniobra ante la crisis económica y el clima político.
La oposición se reunió en la semiclandestinidad, con representantes de partidos republicanos (Lerroux, Azaña, Domingo), socialistas (Prieto,Fernando de los Ríos) nacionalistas gallegos y catalanes, firmando el pacto de San Sebastián, eligiendo un Comité Revolucionario, presidido por Alcalá Zamora, encargado de llevar a cabo la proclamación de la República. La CNT respaldó la conspiración pero no se adhirió al pacto.
En el mes de diciembre, una sublevación militar anticipada, iniciada por los capitales Fermín Galán y García Hernández en Jaca, fracasó al no encontrar apoyos. El fusilamiento de ambos desacreditó aún más a la monarquía y aumentó la tensión social (paro, agitación política, huelgas).
Por último, un demoledor artículo en la prensa de uno de los mayores intelectuales de la época, José Ortega y Gasset ("El error Berenguer", aparecido en El Sol, noviembre de 1930, con su famoso Delenda est monarchia, la monarquía debe ser destruida) decantó a los intelectuales definitivamente con la República. En este contexto nacerá en 1931 la Asociación al servicio de la República, con Gregorio Marañón, Pérez de Ayala y el propio Ortega entre otros.
El rey, en un último intento a la desesperada por enderezar la situación, nombró presidente al almirante Aznar, que convocó elecciones municipales para el 12 de abril de 1931, estando previstas las generales para el mes de mayo. Las elecciones del 12 de abril se plantearon como un plebiscito entre monarquía y república, con una campaña muy intensa. El sistema caciquil beneficiaba a los monárquicos en los pueblos, pero en las ciudades no. El triunfo arrollador en las capitales de provincia de los republicanos hizo estallar la alegría por toda España. El 14 de abril de 1931 se proclamaba la Segunda República Española y Alfonso XIII abandonaba el país, rumbo a París, y después a Roma, donde abdicaría en 1941 en su hijo Juan.
En esta etapa la dictadura desarrolló una importante política intervencionista en lo económico. Se crearon monopolios estatales (Telefónica, Iberia,Campsa), planificándose multitud de obras públicas (carreteras, ferrocarriles, obras hidraúlicas, lo que favoreció el desarrollo de la siderurgia y de la cementera) y se establecieron aranceles a las importaciones. En definitiva, una economía fuertemente dirigida por el Estado. Las exposiciones Internacionales de Barcelona o Sevilla en 1929 fueron una buena muestra del triunfalismo del régimen. Estos gastos tan extraordinarios generarían un estado fuertemente endeudado, precisamente en el momento en el que estalló la burbuja especulativa en 1929, con el crack de la bolsa de Nueva York y el inicio de la gran depresión. La burguesía perdió entonces la confianza en Primo de Rivera.
La oposición política y social:
La oposición al régimen fue reorganizándose y creciendo con los años. Sus principales actores fueron: nacionalistas catalanes y vascos (opuestos al centralismo) conservadores y liberales (que aspiraban a la vuelta a la Constitución de 1876), republicanos, muy activos contra la dictadura, los intelectuales (Unamuno, Valle Inclán, Ortega, Blasco Ibáñez), el mundo estudiantil (Cierre Universidad de Madrid en 1929) las organizaciones obreras (CNT-FAI, UGT desde 1927), y hasta el propio ejército (pronunciamiento militar "Sanjuanada" en 1926) . Sin apoyos, Miguel Primo de Rivera presentó su dimisión al rey en el mes de enero de 1930, exiliándose en París.
El hundimiento de la monarquía (1930-1931):
Tras el abandono de Primo, el rey Alfonso XIII trató de volver a la normalidad constitucional con el nombramiento del General Dámaso Berenguer, iniciando un breve y convulso período conocido como por la prensa como la "Dictablanda" por la lentitud de los cambios, su indefinición y la falta de capacidad de maniobra ante la crisis económica y el clima político.
La oposición se reunió en la semiclandestinidad, con representantes de partidos republicanos (Lerroux, Azaña, Domingo), socialistas (Prieto,Fernando de los Ríos) nacionalistas gallegos y catalanes, firmando el pacto de San Sebastián, eligiendo un Comité Revolucionario, presidido por Alcalá Zamora, encargado de llevar a cabo la proclamación de la República. La CNT respaldó la conspiración pero no se adhirió al pacto.
En el mes de diciembre, una sublevación militar anticipada, iniciada por los capitales Fermín Galán y García Hernández en Jaca, fracasó al no encontrar apoyos. El fusilamiento de ambos desacreditó aún más a la monarquía y aumentó la tensión social (paro, agitación política, huelgas).
Por último, un demoledor artículo en la prensa de uno de los mayores intelectuales de la época, José Ortega y Gasset ("El error Berenguer", aparecido en El Sol, noviembre de 1930, con su famoso Delenda est monarchia, la monarquía debe ser destruida) decantó a los intelectuales definitivamente con la República. En este contexto nacerá en 1931 la Asociación al servicio de la República, con Gregorio Marañón, Pérez de Ayala y el propio Ortega entre otros.
El rey, en un último intento a la desesperada por enderezar la situación, nombró presidente al almirante Aznar, que convocó elecciones municipales para el 12 de abril de 1931, estando previstas las generales para el mes de mayo. Las elecciones del 12 de abril se plantearon como un plebiscito entre monarquía y república, con una campaña muy intensa. El sistema caciquil beneficiaba a los monárquicos en los pueblos, pero en las ciudades no. El triunfo arrollador en las capitales de provincia de los republicanos hizo estallar la alegría por toda España. El 14 de abril de 1931 se proclamaba la Segunda República Española y Alfonso XIII abandonaba el país, rumbo a París, y después a Roma, donde abdicaría en 1941 en su hijo Juan.
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