miércoles, 26 de agosto de 2015

Cantabria, Asturias, la España atlántica





Dentro de la tradicional clasificación geográfica, climática y física de la península, la cornisa cantábrica se alza como una España diferente,costera, surcada por verdes valles y ríos que emergen de las profundidades de sus mágicas montañas, con olor a ganadería, con sus bellos puertos y barrios, con ese vivir norteño, pausado, de primeras hosco, y de finales entrañable y generoso, noble y orgulloso de su tierra, de su habla o lengua, de su cultura. Y sin embargo cuando uno desciende la meseta, momento en el que verdaderamente se percibe el altiplano castellano en su inmensidad y aislamiento, uno siente que vuelve a casa, a una tierra bella y estrecha, húmeda, plagada de bellos árboles y de caseríos o barrios con nombres reconocibles, muchos de ellos apellidos que pueblan el país y América (la figura del indiano, tan popular en estos lares). A nivel económico, la España húmeda, dependiente políticamente de la Castilla que engendró en la edad media, pero también con la Inglaterra industrial y victoriana, con los puertos de Francia y Flandes,con el mundo. Y sin embargo tan auténtica, tan especial, única y cercana. Afloramientos calizos, modelados kársticos, costas recortadas nubes y lluvia que son arte, ríos que tejen valles y comarcas, tierra de exquisitos platos y fraternales costumbres, una maravilla para los sentidos.







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